Simón, Andrés, venid y os haré pescadores de hombres
Solemnidades y Fiestas
Mateo
4, 18-22. Fiesta de San Andrés. ¿Y si Andrés no hubiera seguido a
Cristo? Entonces Pedro, primer Papa de la Historia de la Iglesia no lo
hubiera conocido.
Por: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, paseando Jesús por la ribera del mar de Galilea vio
a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la
red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: Venid conmigo, y os
haré pescadores de hombres. Y ellos al instante, dejando las redes, le
siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de
Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo
arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca
y a su padre, le siguieron.
Oración introductoria
Ven Espíritu Santo, dame la luz para aguardar, en silencio, el llamado
que Jesús quiera darme en esta oración. Fortalece mi espíritu para que
sepa responder rápida y eficazmente, con generosidad y amor, a lo que
Dios, en su Divina Providencia, quiera pedirme.
Petición
Señor, quiero seguirte, conviérteme en un auténtico discípulo y misionero de tu amor.
Meditación del Papa Francisco
Recordemos cuando Andrés y Juan
encontraron al Señor, y después hablaron con Él aquella tarde y aquella
noche. Estaban entusiasmados. Lo primero que hicieron Andrés y Juan fue
ser misioneros. Fueron a ver a hermanos y amigos: “¡Hemos encontrado al
Señor, hemos encontrado al Mesías!”. Esto sucede inmediatamente, después
del encuentro con el Señor: esto viene enseguida.
En la exhortación apostólica Evangelii gaudium
hablé de “Iglesia en salida”. Una Iglesia misionera no puede dejar de
“salir”, no tiene miedo de encontrar, de descubrir las novedades, de
hablar de la alegría del Evangelio. A todos, sin distinción. No para
ganar prosélitos, sino para decir lo que tenemos y queremos compartir
con todos, sin forzar, sin distinción. Las diversas realidades que
representan en la Iglesia italiana indican que el espíritu de la missio ad gentes
debe llegar a ser el espíritu de la misión de la Iglesia en el mundo:
salir, escuchar el clamor de los pobres y de los lejanos, encontrarse
con todos y anunciar la alegría del Evangelio. (Discurso de S.S. Francisco, 27 de noviembre de 2014)
Reflexión
Dos grupos de hermanos presenta nuestro Evangelio de hoy, quizás
insinuándonos que las cosas para Dios tienen caminos tan singulares como
llamar a todo el "futuro" de una familia. Pero si es Cristo quien
llama... El sabe de sobra lo que hace. Y lo que hacía con la familia de
Pedro y de Santiago era algo verdaderamente espectacular.
Andrés, el pequeño hermano de Pedro. ¡Quién lo fuera a pensar! De esos
dos hombres habría de sacar la roca donde edificar la Santa Madre
Iglesia. Efectivamente, porque otro pasaje, el que nos refiere Juan en
su primer capítulo, nos presenta a los dos hermanos menores que se les
ocurre seguir a Cristo, le conocen y ellos, terriblemente impresionados
de ese singular Hombre que es Jesús, se lo cuentan a sus respectivos
hermanos, que debieron ser hombres recios pues eran pescadores, y de
gran corazón.
¿Y si Andrés no hubiera seguido a Cristo? O pongamos que lo hubiese
seguido, ¿si no le hubiese dicho nada a Pedro? Era legítimo que se
callase. El había encontrado al Señor y Pedro era ciertamente su hermano
pero nada más. Pero cuando uno conoce a Cristo inevitablemente lo da a
conocer. De no haberlo hecho no tendríamos quizás a Pedro, primer Papa
de la Historia de la Iglesia.
Sin embargo Andrés comprendió bien lo que significaba haber estado con
el Señor. Tenía que mostrárselo a fuerzas a su hermano, tenía que
llevarlo a su presencia como lo hizo, aunque Pedro se la estuviera
pasando muy bien entre sus pescados, aunque fuera el "hombre" de la
casa, aunque no aparentara tener mucha resonancia interior.
Andrés es, pues, el que lo conduce a Cristo, es el que nos hizo el favor
de poder tener a ese Pedro tan bueno entre nosotros. Y tan buen hermano
fue que no sólo fue apóstol como su hermano sino que dio su vida en la
cruz y fundó (así es estimado en las iglesias de oriente) con su sangre
la fe de tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, tendremos
algún día el gusto de abrazar en la plena comunión con Roma. Andrés,
buen ejemplo.
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