Vengan a mí todos los que están fatigados
Adviento
Mateo
11, 28-30. Adviento. Nosotros fuimos creados por Dios para amar y ser
amados, y nuestro verdadero descanso está precisamente en esto.
Por: Aníbal de Jesús Espino, L.C. | Fuente: Catholic.net
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo Jesús dijo: «Vengan a mí todos los que están
fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes
y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán
descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Oración introductoria
Jesús mío, vengo hoy ante Ti para pedirte ayuda. Tengo el profundo deseo
de acercar mi corazón al tuyo. Debo confesarte que me encuentro algo
cansado de todo el ajetreo diario, la rutina me desgasta. Tú que
dijiste: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo
les daré alivio», aquí me tienes. Quiero en esta oración descansar en
Ti.
Petición
Señor Jesucristo, que eres manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Meditación del Papa Francisco
El yugo de Jesús es yugo de amor y, por
tanto, garantía de descanso. A veces nos pesa la soledad de nuestras
fatigas, y estamos tan cargados del yugo que ya no nos acordamos de
haberlo recibido del Señor. Nos parece solamente nuestro y, por tanto,
nos arrastramos como bueyes cansados en el campo árido, abrumados por la
sensación de haber trabajado en vano, olvidando la plenitud del
descanso vinculado indisolublemente a Aquel que hizo la promesa.
Aprender de Jesús; mejor aún, aprender a
ser como Jesús, manso y humilde; entrar en su mansedumbre y su humildad
mediante la contemplación de su obrar. Poner nuestras iglesias y
nuestros pueblos, a menudo aplastados por la dura pretensión del
rendimiento bajo el suave yugo del Señor. Recordar que la identidad de
la Iglesia de Jesús no está garantizada por el “fuego del cielo que
consume”, sino por el secreto calor del Espíritu que “sana lo que
sangra, dobla lo que es rígido, endereza lo que está torcido” (Homilía de S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2015).
Reflexión
El seguir a Cristo amerita por ley divina cargar nuestra cruz, el yugo
del cual habla el Señor en el Evangelio; ese yugo que es suave y ligero.
El yugo de la caridad, que es en sí misma mansedumbre para tratar a los
demás, y humildad, que es la perla preciosa del trato con Dios. Sin
estas dos cualidades, nuestro trato con los demás se nos hace
insufrible. Nosotros fuimos creados por Dios para amar y ser amados, y
nuestro verdadero descanso está precisamente en esto. El camino más
fácil para llegar a Él, es ser –como Jesús nos pide– mansos y humildes
de corazón.
Propósito
El día de hoy trataré con gran caridad a la persona que no me sea tan simpática, para imitar así la mansedumbre de Jesús.
Diálogo con Cristo
¡Jesús, que eres manso y humilde de corazón, aligera mi carga porque
estoy cansado! Muéstrame el camino de la mansedumbre y de la humildad,
que es en sí la misma caridad. Enséñame a ser caritativo con los demás,
porque en ellos hallaré mi descanso a tu lado.
“La humildad y pobreza de Jesús se convierten en principio de nuestra exaltación” (Pablo VI, Audiencia general, miércoles 11 de enero de 1978)
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